Para contribuir con la mitigación del cambio climático, algo es seguro: debemos concebir narrativas más elaboradas.
Tal es el punto de partida de Timothy Morton, en Dark Ecology. Según él, esas nuevas narrativas deben, sobre todo, reconocer y reflejar la complejidad de esta problemática global, abandonando enfoques o términos que lleven a perspectivas simplificadas o reduccionistas, incluyendo por ejemplo el término “naturaleza”.
Narrativas del cambio climático “sin naturaleza”
Morton propone la idea de “naturaleza sin naturaleza”, centrada en hacer crítica a las concepciones tradicionales de la naturaleza y en cómo estas afectan nuestra comprensión del mundo natural. En pocas palabras, propone abandonar dicho término y optar por los que refieren a hechos científicos específicos, por ejemplo, biósfera, bacterias, árboles, montañas o formaciones rocosas. Esto, porque…:
- En primer lugar, el término “naturaleza” —al igual que otros como “animales”, “Tierra” o “plantas”— es problemático porque lo que hace es unificar y homogeneizar seres y existencias completamente distintas, que requieren relaciones y atenciones diversas. Al abandonar este y otros términos semejantes contribuimos a desmantelar el ideal general (naturaleza) y nombrar los seres que realmente existen y que la componen.
- En segundo lugar, hablar de “naturaleza” nos lleva inevitablemente a una concepción del mundo en donde la naturaleza es solo un escenario de fondo, una decoración en la que todo lo demás (especialmente la vida humana) sucede. En cambio, la biosfera no existe de manera aislada ni distante, está interconectada con la vida humana.
- Por último, “naturaleza” automáticamente establece que hay algo que no es natural. Y el problema con esto es que la no naturalidad ha servido de excusa para justificar sucesos históricos como el clasismo, el racismo o el machismo. Abandonar esta dicotomía entre lo natural y lo no natural no solo es relevante para cuestionar estos problemas sociales, sino que trascendemos una perspectiva obsoleta en la comprensión del mundo actual. Según Morton, la distinción entre lo natural y lo no natural es una construcción social, mientras que en realidad todos los elementos del mundo están interconectados de manera compleja.
¿Qué hacemos al respecto?
En mi consideración, el problema de fondo es la distancia con la que pensamos, vivimos y consideramos el mundo objetivo que nos rodea. Ciertamente, este no es un escenario dado, inmutable, puesto ahí afuera; el mundo somos nosotres mismes. Si bien Morton acierta al señalar que esa distancia puede reducirse a partir del lenguaje —o bien, utilizando términos distintos para referirnos al mundo—, considero que se abre la oportunidad para seguir cuestionando de qué otra forma o en qué otro momento ponemos esta distancia inconsciente entre los humanos y nuestro entorno, y cómo podemos reducirla lo más posible.
Para terminar, te comparto un par de ejemplos sobre la complejidad de la vida a nuestro alrededor. En el primero vemos que hablar específicamente de un árbol, en vez de utilizar términos como “vegetación” o “flora”, ayuda a visibilizar las particularidades de su existencia y, por tanto, a repensar nuestra relación con él. En el segundo, por el contrario, veo la complejidad de vida e interrelaciones en algo tan aparentemente “insignificante” para mi vida cotidiana como el musgo y que tal vez no vería si me enfocara en “la naturaleza” a gran escala.