Las narrativas centradas en hacernos sentir son clave para contar historias entrañables sobre nuestra realidad, por lo cual hoy quiero sugerirles la útil técnica de storytelling Tripas-Corazón-Cabeza, de Financial Innovation & Resilience (FIRE), sobre todo porque nos permite apelar a nuestras audiencias meta mediante diversos ángulos inherentes nada más y nada menos que a la condición humana.
Para ello me basaré en Perras de reserva, obra literaria donde Dahlia de la Cerda nos aproxima a la violencia estructural en la que las mujeres se ven inmersas como víctimas o victimarias, situándolas en sus contextos cotidianos, incluyendo lo mismo a las que abortan o trabajan en condiciones precarias, que aquellas que se enrolan en actividades criminales asociadas a mercados de sustancias prohibidas.
Igualmente, iré compartiéndoles ejemplos de narrativas desde y para las vísceras. ¿Preparadxs?
Sabemos que hay diversas organizaciones cuya misión es la defensa y promoción de los derechos de las niñas y las mujeres en situación de vulnerabilidad, y que uno de sus mayores retos es contar estas realidades desde un enfoque diferencial para cautivar, motivar y sumar a su iniciativa de cambio social positivo.
Por eso, para ellas relatar historias de mujeres que atraviesan violencias es desafiante, considerando además el contexto crítico en México al respecto.
La técnica Tripas-Corazón-Cabeza nos enseña que no todo son datos apabullantes, sino que podemos crear narrativas “que nos hagan sentir”. Y justo porque considero que escribe desde la ´Tripa´ decidí tomar como referente a Dahlia de la Cerda. Leamos una muestra, al narrar un caso de aborto: Me dio un ataque de pánico y vértigo. Lloré desconsolada […] El dolor disminuyó […] Los cólicos iban y venían y la diarrea era molesta, pero tolerable. Le faltaba desgracia a mi aborto.
No se necesita inventar o exagerar. FIRE dice que apuntar a nuestros sentimientos primarios se logra mediante descripciones sencillas, claras, concisas y contrastantes, lo cual encontramos precisamente en Perras de reserva, de donde extraemos otro ejemplo con aire vellejiano, relativo a La China, personaje de una mujer implicada en actividades criminales: Subí tiro, cerré los ojos y presioné el gatillo. La bala entró en la cabeza, entre ceja y ceja. Muerte inmediata. Abrí los ojos y el olor a pólvora y sangre me alteró, le descargué toda la pistola. Un bautizo de sangre y plomo. De ahí el comandante me agarró confianza y me ascendió a sicaria.
Y esta otra historia sobre trabajo precarizado, crianza y desacralización de esa figura edípica de “madresita santa” : Mi mamá es la que lo está criando y por eso a veces me siento mala madre. Desde los catorce trabajo en la zapatería, entro a las diez de la mañana y salgo hasta las ocho y media; casi no estoy con él.
En fin, usando la primera persona, nos acerca, haciéndonos sentir qué es ser mujer trans, cómo se vive un aborto, que implica ser vendedora, delinquir o hasta ser una no-muerta en México y alguna otra región de América Latina.
Ahora, lo suyo es ficción y conviene tenerlo presente, para no caer en sensacionalismos, nota roja y enfoques que puedan vulnerar la dignidad y propia imagen de personas reales. Pero no rehuyamos a contar para estremecer a nuestras audiencias, añadiendo al mismo tiempo un tono esperanzador y un llamado a la acción. O sea, de las tripas-al corazón-a la cabeza, y de regreso.