Imagina este escenario: un lago en Kenia rodeado por comunidades ancestrales, empresas florícolas y tierras cada vez más secas. Lluvias torrenciales llegan tras meses de sequía y lo que sigue es desplazamiento, pérdida y conflicto. Este no es un caso aislado. Es el rostro de una crisis global: la tierra ya no alcanza para todo lo que queremos hacer con ella.
Hoy, el 40% del planeta ya se destina a agricultura. Pero también queremos conservar el 30% de la tierra, restaurar otro 30% y alimentar a 10 mil millones de personas para 2050. Mientras tanto, el 1% de las grandes fincas controla el 70% de la tierra cultivable, y muchas comunidades siguen siendo desplazadas en nombre de proyectos ambientales o de desarrollo.
¿Qué tiene que ver la filantropía con esto?
Mucho. Y el problema es que la filantropía tradicional suele actuar desde silos: plantar árboles sin asegurar su cuidado, conservar sin alternativas para las personas, producir sin frenar la destrucción. ¿El resultado? Intervenciones aisladas, resultados limitados, consecuencias no deseadas.
El nuevo enfoque: PPRR
Para salir de esta lógica, el Instituto de Recursos Mundiales (WRI) propone un marco integrado llamado Producir – Proteger – Reducir – Restaurar (PPRR):
- Producir alimentos y recursos de forma sostenible, sin expandir la frontera agrícola.
- Proteger ecosistemas naturales y tierras comunitarias frente a la conversión y degradación.
- Reducir el desperdicio de alimentos y el consumo excesivo.
- Restaurar tierras degradadas para regenerar su función ambiental y productiva.
Este enfoque busca romper con la idea de “una causa, un resultado” y promover inversiones estratégicas con impactos múltiples: sociales, ambientales y económicos.
Ejemplo real: el pacto PCI en Mato Grosso, Brasil.
Este acuerdo público-privado integra producción, conservación e inclusión social. En el Valle de Juruena, por ejemplo, se están restaurando 182,000 hectáreas de pastizales degradados, al tiempo que se protege casi un millón de hectáreas de selva amazónica. Todo esto con la participación de gobiernos, comunidades indígenas, grandes empresas como Carrefour y organizaciones civiles. ¿La clave? Coordinación, metas comunes y financiamiento alineado con los cuatro pilares del PPRR.

¿Y la comunicación? Clave para lograrlo
Adoptar este modelo implica cambiar también cómo contamos las historias. Las narrativas simplistas de “villano vs. héroe” o “una solución mágica” ya no nos sirven. La comunicación estratégica puede ayudar a:
- Visibilizar soluciones integrales sin caer en tecnicismos.
- Explicar la complejidad sin abrumar.
- Motivar la acción desde la esperanza y no desde el colapso.
- Poner al centro a las comunidades, no a los problemas.
Como comunicadores o project managers en organizaciones civiles, podemos jugar un papel decisivo: traducir lo técnico, hacer conexiones, escalar experiencias locales y desafiar imaginarios simplistas con historias poderosas.
Ejemplo inspirador: TerraMatch
Esta plataforma conecta financiamiento con proyectos de restauración liderados por comunidades locales. Ya ha canalizado más de 62 millones de dólares para restaurar 56,500 hectáreas y plantar más de 31 millones de árboles. Lo potente: financiamiento directo, enfoque local, prioridad a mujeres y jóvenes. Comunicación, datos e impacto en una sola jugada.
Reflexión final
La tierra no se multiplica. Lo que sí puede multiplicarse es el impacto de nuestras decisiones si dejamos atrás la lógica de causa única y apostamos por enfoques sistémicos. Y en ese cambio, la filantropía puede —y debe— ser catalizadora.
Fuente: Our food, land and water crises are interconnected. Philanthropy’s approach should be too.