¡Yo perreo sola! Y así reencontré mi cuerpo

A principios de año, mi querida amiga Fatima me convenció de tomar clases de twerk, primero, porque sabe que me apasiona el baile y salir de fiesta a “perrear”, pero también porque me dijo que era un regalo para mí misma: “Tu relación con tu cuerpo va a cambiar”, me aseguró.

Emocionada, acepté la invitación y llegué a Twerk MES House, una academia que además de fomentar la técnica de baile, me ha permitido explorar en un espacio seguro, abrazada por la empatía, y rodeada de una diversidad de mujeres y corporalidades; mi sensualidad, mi personalidad y por supuesto mi cuerpo.

No ha sido un proceso sencillo. Claro que al principio me sentía muy aturdida, pues el twerk es goce, placer, erotismo y comunicación con una misma, cualidades que tenía tiempo sin fomentar por vivir inmersa en esta lógica social que se nos impone desde jóvenes a las mujeres, sobre cómo debemos vivir nuestro placer: en silencio, avergonzadas y con culpa.

Y twerkear es todo lo opuesto, ¡es ruidoso! Entre todas nos aplaudimos y celebramos cada progreso. También es empoderante, acá nadie se avergüenza de su cuerpo y aprendes a reconocer músculos y fuerza que ni sabías que tenías. ¡Pero sobre todo es amoroso! Es reconocerte como un ser capaz de vivir y expresar tu amor propio a través de cada movimiento, es admirarte en cada vibración, es conversar con tu sensualidad sin ser objeto de deseo de alguien más. ¡Bailamos por nosotras y para nosotras!

Además, no solo es el baile, es también la estética que gira alrededor de él, pues en el twerking es común usar shorts cacheteros, medias con brillos, tangas, bodys, medias de red, bikinis, e incluso lencería. Es parte de expresar tu personalidad, de encontrar tu estilo y de permitirle a tu cuerpo fluir, liberándolo de todos los prejuicios.  

El twerk es más que menear el culo, es renunciar a la normatividad y resignificar nuestro cuerpo socioculturalmente. Partiendo de que este género tiene raíces en países como Senegal, Ghana y Nigeria, donde se bailaba como una forma de comunicación entre mujeres, llegando a América durante la esclavitud, para convertirse en parte de la resistencia decolonial al mantener vivas las tradiciones afro, como nos relata Mayra Lucio.

Sin embargo, fue hasta los años noventa cuando se mezcló con el hip hop que nació el twerk tal cual lo conocemos ahora. Y más recientemente, ha sido retomado por activistas queer para resignificar los roles de género en el baile, en este caso haciendo énfasis en desafiar el rol femenino, ya que el binarismo asocia lo público con lo masculino, y lo privado a lo femenino.

Y acá acudo a Carol Hanisch, con su muy conocida frase “lo personal es político”, porque no me parece que exista algo más personal y algo más poderoso como declaración política, que adueñarnos de nuestro propio cuerpo y decirle a las demás personas que no soy objetivo de consumo, ¡yo perreo sola!

Estoy tan agradecida con Fati, pues tenía razón, gracias al twerk he reencontrado mi cuerpo y hoy celebro cada movimiento que me permite hacer. Porque en cada paso, en cada jiggle o en cada meneada de culo, reconozco que mi cuerpo es mío y no volveré a perderme.

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