Carpe diem: ¿qué harías de tu vida si el fin del mundo fuese inminente?

Imagina que el mundo tiene fecha de caducidad debido a un accidente cósmico y, en la búsqueda por darle sentido a la realidad, te preguntas qué harás con tu vida en los pocos días que te quedan. ¿Qué harás ahora que no existen el miedo al fracaso ni las burlas?

Bueno, este es el planteamiento de Carol y el fin del mundo, la reciente miniserie de Netflix sobre la cual reflexionaré hoy, pues, sí, me dejó fascinada y a la vez inquieta, con una crisis existencial de aquellas…

Parte 1: El entendimiento

Mi primer instinto me hizo suponer que yo sería igual que la multitud caótica de personas paranoicas y hedonistas que buscan solo el placer personal, y  por tanto, me entregaría a las banalidades de conocer y experimentar lo más que pudiera: “dejar mi huella en el mundo”, “disfrutar la vida al máximo”, “Carpe diem”. Como si fuera a quedar algo de humanidad que recordara mis últimos y más frenéticos días.

Eso me hizo sentir tan distante de Carol, la personaja principal, una chica que no tiene la necesidad de probar que algo faltaba a su vida y simplemente decide trabajar. ¡¿Trabajar?! ¡Casi me voy de espaldas! “¿Por qué alguien malgastaría su vida en una oficina?”, pensé, “¿por qué alguien se refugiaría en lo cotidiano como regar las plantas, ir al súper o relacionarse con personas que apenas saben su nombre, cuando podría estar conociendo el mundo?”

José Sánchez (2007) me dio la respuesta: “Los vínculos sociales crean, en una sociedad fuertemente marcada por el conflicto, escenarios de confianza”. Relacionarnos con otres nos brinda protección frente a la incertidumbre, por una parte, porque la rutina dota de seguridad, y por la otra, en gran medida porque establecer vínculos es vital para mantener o mejorar nuestras condiciones emocionales.

Fue así que entendí mejor a Carol y que mi forma de “dejar huella”, era completamente egoísta y vacía. Al fin de cuentas, si el mundo está por acabarse todo el sistema de valores será distinto, el dinero, la moralidad y los preceptos del éxito se esfuman. Ya no habrá nada que nos dicte qué rumbo tomar o cómo es que deberíamos “vivir la vida”.

Parte 2: La crisis

¿Por qué esperar a que la tierra sea impactada por otro planeta para empezar a vivir? Es decir, la muerte va a llegarnos de todas formas, eso es seguro, y si algo me deja de lección Carol es que no hay forma material de “dejar huella”.

Cuando me vaya la gente no va a recordar los viajes que hice, el coche que manejaba o las propiedades que poseía; en cambio, recordarán mis pláticas, mis pensamientos, mis ideas, mi empatía y las actividades que compartimos, por más rutinarias que fueran. ¡Quién fui en lo cotidiano!

Impactar en las personas que me rodean es en sí misma una forma de vivir y no hace falta un desastre planetario (aunque tal vez sí una crisis existencial) para volver a empatizar, expresarnos, reírnos y recordar que todo lo que ahora mismo ya hacemos importa.

Regresando a Sánchez, nada nos favorecerá más como sociedad que optar por una estrategia centrada en las relaciones, que parta de la reciprocidad con objetivos individuales, pero que al mismo tiempo busque fines colectivos.

¡Decidido! En adelante, eso haré de mi vida. Mientras entiendo mi realidad, fortaleceré mis vínculos interpersonales y, sin desechar la idea de “dejar huella”, me dedicaré a impregnar a mis seres queridos de mi esencia… claro, buscando que eso aporte a nuestra colectividad.

Carpe diem.

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