Barbie: ¿las mismas estructuras podrían llevarnos a ese mundo nuevo?

La temática de Barbie ha sido analizada (y desgastada) a gran velocidad. Por un lado, gracias a su audaz marketing es difícil no encontrar tendencias, memes y publicidad en las más diversas plataformas digitales. Y por el otro, su premisa y contenido feminista ha producido un vivo debate entre quienes consideran que le faltó pensar desde la interseccionalidad, lxs que defienden que es un gran “primer encuentro” (tomando en cuenta su contexto) con la lucha feminista, y aquellxs que se entregan absoluta y acríticamente al personaje, su historia y su mensaje.

Prefiero enfocarme ahora en el par de preguntas que me surgió al verla: siendo un mundo organizado por mujeres, ¿hasta qué punto es un mundo distinto? ¿Este solo hecho lo hace distinto o debemos, para pensar en un mundo nuevo, cambiar de fondo las estructuras?

Además de los tonos en rosa, la falta de elementos (agua, fuego, aire y tierra) y la presencia pura de la plasticidad, la diferencia entre Barbieland y el mundo real es que en aquel las estructuras sociales están encabezadas por mujeres: las Barbies son quienes construyen, gobiernan y crean; el devenir está en sus manos.

Y aquí entra la cuestión de si Barbieland es un mundo similar, otro o idéntico al actual-real. Para responder sugiero este matiz fundamental: las estructuras sociales de Barbieland (el orden político, el entorno urbano, la convivencia pública y demás) son un claro reflejo del nuestro. En este sentido, debemos trasladar las estructuras a nuestro mundo, su origen. En su creación originaria, el orden político, la convivencia y el entorno son estructuras explícitamente determinadas por género, clase y raza. La modernidad y la colonización son parte intrínseca de su ser.

En cuanto al orden político, dado que se menciona la existencia de una Constitución y una Suprema Corte de Justicia, se presupone una sociedad que se inclina hacia valores de justicia, igualdad y democracia, los cuales surgen a partir de la creación del Estado moderno. En cuanto a la ciudad, notamos que la arquitectura de la Dreamhouse es la típica mansión: alberca, múltiples pisos, texturas lisas, transparencias, limpieza, propiedad privada, cortes uniformes y apertura espacial. Vemos también que es una ciudad configurada a partir del automóvil privado —no del transporte público o la caminata, por ejemplo—. Y la existencia misma de una Barbie Doctora permite suponer que la medicina se constituye a partir de la tecnología, los fármacos y la dicotomía salud-enfermedad, es decir, la medicina corporativa moderna.

Por último —y, a mi consideración, la categoría más relevante—, el género. Autoras de(s)coloniales defienden que la dicotomía hombre-mujer es una invención colonial-moderna. Esto no significa que antes de la colonización no existía la materialidad que hoy conocemos como «hombre» o «mujer», lo cual significa que no existían como hombre o mujer. Por ejemplo, en La invención de las mujeres, Oyèronké Oyěwùmí advierte que la categoría «mujer», fundamental para el sistema-mundo occidental, no es una categoría propia del pueblo Yoruba, sino que se le impuso durante la colonización africana por parte de países europeos como España, Francia, Reino Unido y Bélgica. Por más que construyamos, reconstruyamos y deconstruyamos lo que significa ser mujer, siempre es importante recordar que, en sí misma, es una categoría que no siempre existió, por lo menos en África y, en algunos casos, en América Latina.

Estos son solo ciertos aspectos que funcionan como signo de la modernidad subyacente a la vida como la conocemos. La Dreamhouse no es solo una casa, es el símbolo de la arquitectura moderna y las relaciones sociales que esta conlleva; la Constitución no es solo una forma de gobernar el territorio, es también la presencia del Estado y el individuo. La categoría «mujer» no es solo una división identitaria, es la presentación de la modernidad en los cuerpos.

El problema es que, primero, la modernidad implica necesariamente la exclusión de personas y grupos sociales; después, que en Barbieland persisten estas estructuras excluyentes, pero reimaginadas para incluir a las personas excluidas. ¿El hecho de que las estructuras modernas sean determinadas por un género en la realidad no hegemónico basta para no reproducir los problemas y errores históricos del poder masculino, o por el simple hecho de pensar de un poder moderno siempre habrá exclusiones al margen de quién lo gobierne?

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