Desde la apariencia individual y las identidades digitalmente elaboradas, hasta las redes de materiales, infraestructuras e interfaces, vivimos dentro del diseño, como si este fuera una segunda piel o capa geológica. De hecho, no logro pensar en algo fuera de los objetos cuidadosamente diseñados (por alguien, para alguien, por algo, dentro de un contexto específico). Pienso, entonces, que el diseño ha ido convirtiéndose en el mundo; o más bien, que tal vez este nunca fue otra cosa que nuestra relación con los objetos.
En ¿Somos humanos?, Beatriz Colomina describe las capas infinitas de diseño como redes de hechura propia. Tenemos, dice, una relación invisibilizada con los objetos que construímos: solíamos pensar que nuestro papel como humanos era solo crear herramientas o artefactos que facilitaran nuestra vida o expandieran nuestras capacidades, lo cual es cierto; pero la parte de la misma ecuación que no siempre vemos es que una vez creados y asentados en nuestra vida los objetos acaban también moldeándonos:
El humano está suspendido en un complejo y continúo intervenir entre sí mismo y los artefactos que diseña. Los artefactos no son nunca simples representaciones de las habilidades e intenciones humanas. Son aperturas y posibilidades de algo nuevo en el humano. Incluso de un nuevo humano. Los humanos están en la tierra solos con sus artefactos siendo inseparable, pero también desafiados por estos (p.31).
Veamos como ejemplo el smartphone. Fue diseñado originalmente para facilitar la comunicación instantánea e inalámbrica. Hoy, a pesar de que su esencia continúa, se ha vuelto un objeto tan fundamental en nuestra vida, tanto así que nuestras relaciones, dinámicas, actividades e incluso posturas corporales son completamente diferentes debido a su existencia.
Entonces, si la historia de las y los humanos es indivisible de la de sus artefactos, si somos rediseñados gradualmente por nuestros diseños y si el diseño es lo que nos sostiene, tenemos todo que ver con el mundo que vivimos hoy, porque al diseñarnos y rediseñarnos, hemos diseñado al Planeta.
¿Qué hemos diseñado y cómo podemos hacerlo diferente?
Los valores fundamentales para el diseño, desde la Primera Revolución Industrial hasta hoy han sido, primero, la instrumentalización y destrucción del Otro; después, la producción masiva y el uso infinito de recursos finitos y, por último, la obsolescencia programada y la compra-venta. En suma, el sistema de opresión de fondo que ha guiado al diseño y la producción de objetos es la Modernidad capitalista, patriarcal, racista y antropocéntrica, y es gracias a esto que lo que tenemos como mundo es una crisis que permite, entre otras cosas, la explotación laboral y la destrucción del medio ambiente y sus habitantes no humanos, con la “satisfacción de necesidades” humanas como excusa.
En Design in Crisis: New Worlds, Philosophies and Practices, Tony Fry retoma el carácter ontológico del diseño —esto es, que al crear objetos y estructuras se está creando la base material para las realidades no materiales, o bien, como diría Beatriz Colomina, la posibilidad del diseño de diseñar de regreso— como trinchera política.
Los artefactos y herramientas que hemos creado históricamente son diversos. Por un lado, ha habido posturas y herramientas del diseño que se han preocupado por innovar en cuanto al cuidado del medio ambiente y las personas. Por ejemplo, la biomimética es una corriente que ve a la naturaleza como un lugar de conocimiento del que debemos aprender a sobrevivir en términos de cuidado y no capitalistas. Sin embargo, por otro lado, no podemos negar que, en su mayoría, el diseño ha tenido valores destructivos y opresivos de fondo. No significa que no pueda ser de otra forma, ya que, finalmente, el diseño no es una disciplina abstracta que suceda en el vacío, sino que obedece a ideologías, posturas, prioridades y errores humanos del diseñador.
Así, para diseñar de otra forma y cambiar su ruta de fondo, el diseño “no puede limitarse a cambiar los patrones de consumo, alterar las cadenas de suministro o abastecerse de materiales biodegradables” (Fry, p.12). Debe ir más allá, apostar por un cambio integral, contemplando la posibilidad de diseñar nuevas condiciones para el ser humano. Incluso, debe diseñar las condiciones materiales para un nuevo ser humano y un nuevo diseñador; un ser humano-diseñador fuera de las lógicas capitalistas, productivistas, racistas, machistas y antropocéntricas, así como un ámbito que reconozca su responsabilidad fundamental: ya sea si es volver al origen o crear un mundo nuevo, recordarnos que tenemos la capacidad de diseñar un mundo distinto al de ahora.
Suena a una gran responsabilidad concentrada en un campo aparentemente pequeño y limitado. Sin embargo, considero que por más que las realidades no materiales y simbólicas sean diferentes, el verdadero cambio se mide en qué tanto crear un mundo recae necesariamente en la explotación de la naturaleza y las personas. Siempre que dependemos de la explotación sabemos que algo no estamos diseñando bien.