Comunicación estratégica para la construcción de una “paz desobediente”

Imaginemos este escenario: una organización que trabaja para generar condiciones que permitan que personas de bajos recursos y con poca o nula educación pueda conseguir empleo. Digamos que su estrategia para conseguirlo, discursivamente, es partir de una “civilización” de las personas en su forma de vestir y de comportarse… enseñarles a verse y actuar conforme las empresas y corporativos consideran “correcto”. Su objetivo final no deja de ser legítimo: incluir a este sector vulnerable de la población en el sector laboral, ¿pero y su objetivo comunicativo y operativo?

El mensaje es bueno, ¿pero la forma?… Hay mil ejemplos como este. Y cabe preguntarnos si el fin justifica los medios… si esa particular forma para empatizar o generar un cambio es correcta y construye el camino para la transformación social de esa realidad en la cual se quiere incidir y se pretende cambiar.

Va un ejemplo que parecería contrario: un colectivo u organización que se mueve y avanza con sus acciones desde un discurso radical, por ejemplo, desde una visión feminista y politizada de la realidad que apela a la crítica directa y abolición de instituciones como el trabajo sexual, explotación, etc.

Muchas veces, estas críticas tan complejas a problemas estructurales, más que generar incidencia, producen animadversión en las personas que no alcanzan a entender las dimensiones del problema. De nuevo, el objetivo es sumamente importante; pero la forma quizá no tan efectiva.

El activismo por los derechos humanos, en general, también ha sido un campo de guerra. Las organizaciones han utilizado todas las herramientas (y continúan reinventando mil más sobre la marcha) para transformar las situaciones de injusticia social que viven las personas.

Pero muchas veces las estrategias que utilizan para comunicar su causa y su lucha, no sólo no son efectivas ni tienen la incidencia directa que esperarían, sino que, en muchas ocasiones, son tergiversadas y se convierten en discursos de odio que fortalecen a los grupos más conservadores.

Epistemología de la paz desobediente

Lo que ocurre en estos casos es que nuestros posicionamientos políticos no son estratégicos para lograr la transformación social o no sabemos cómo conciliarlos con una metodología que tenga incidencia directa. Pensar en metodologías acertadas para comunicar y empatizar es importante para construir una epistemología de la paz desobediente.

Más allá de pensar la paz como algo positivo o negativo, o reflexionar en torno a la carga moral que le atribuimos a la violencia en sí misma o como producto social, asociar la paz con la no violencia es operativa en situaciones, individuales y colectivas, que involucran el cambio social.

El término paz desobediente es, incluso, poético para los fines de justicia social a los que muchas organizaciones apelan. Y parte de abrazar la autonomía personal y colectiva para que podamos permitirnos desobedecer cualquier orden inhumana.

Humanizar al otro, al “adversario”

Esta forma de incidir en la realidad apela a la humanización del otro, del “adversario”. Pero no sólo de eso, sino también de entenderlx, de volverlo familiar de la mejor forma que profundice y complejice los procesos a través de los cuales se formó su identidad, a partir de qué intereses y cuál fue el principio de realidad por el que pasó para poder cuestionarlo a través de la reflexión y no del prejuicio o el estigma de sus acciones. Es una suerte de comprender su historia para poder interpretar sus acciones “inhumanas”.

No podemos transformar la realidad social a través de discursos que apelen a una visión de la realidad como utopía o como deber ser ideal. Tenemos que tener una aproximación a partir de hechos concretos que tienen una base material y no en una ilusión discursiva.

Esto ha pasado repetidamente en las luchas sociales y en la construcción colectiva e individual de la paz y resulta en acciones que no responden directamente en el conflicto y, por tanto, no lo transforma. En algunos casos, puede exacerbarla hacia la violencia.

No puede haber acciones por la paz sin chocar con el orden social en algunos de sus grados de «aceptar como normal» de su principio de realidad. Y para esto ¡es necesario mantener la coherencia en la proporción entre medios y fines! Las personas tienen que tener procesos de concientización personales que les permitan desobedecer mandatos que violentan los derechos.

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