Compartir tu hogar con las plantas, una historia en cada raíz

Un día me desperté con la sensación de que ¡algo de vida le faltaba a mi hogar! Al trabajar desde casa, la mayor parte de mi día la paso frente a un entorno digital demasiado gris, así que definitivamente ya no necesitaba más de eso en mi espacio privado. Y es que ciertamente tras la pandemia me volví bastante ermitaña y rara vez salía a tomar el sol, conocer lugares o hacer nuevas amistades.

Entonces me puse a pensar qué es lo que suelo hacer cuando estoy harta de mi zona de confort, cuando voy de viaje o hago cosas por ocio o diversión, y encontré algo en común: me dirijo a la naturaleza.

Sé que el contacto con la naturaleza nos ayuda a mejorar nuestro estado mental, pero, ¿cómo podía funcionar eso dentro del diseño interior? Un artículo de La Vanguardia me dió la respuesta: “cuidar de las plantas da más sentido a la vida”. Enseguida me pregunté si acaso serían las plantas lo que necesitaba y si ellas le realmente brindarían a mi hogar la vida, la luz y la paz deseada.

Antes me rehusaba a tener plantas, principalmente porque siempre se me morían y, aunque me encantan sus colores, olores y formas, nunca me había sentido capaz de mantener un compromiso tan grande. “Eso es de adultos grandes”, me decía para justificar mi indisciplina y falta de compromiso, pues necesitan de tiempo, responsabilidad, afecto y cuidados que no estaba dispuesta a asumir.

Ahora veo que nada tiene que ver con mi edad, sino con una necesidad de sentirme en mi centro, cerca de la tierra, de aquello que me regresa a la realidad y hace pensar que, después de todo, el mundo que habito no es tan malo.  ¡Y es cierto!: estudios de la Universidad de Stanford comprueban que tener contacto con la naturaleza reduce el estrés y los pensamientos negativos, aparte de que mejora funciones cognitivas como la memoria del trabajo.

En resumen, si deseo mejorar mi espacio de trabajo que, paradójicamente, también es mi hogar, debo compartirlo con la naturaleza y una buena forma de hacerlo es traer plantas. Al final, los espacios que habitamos y los objetos que hay en él cuentan una historia y permiten evocar hechos e incluso a personas.

La flor favorita de mi mamá, por ejemplo, es la orquídea. Colocar una en mi mesita de noche me ha ayudado a sentirme más cerca de ella ahora que ya no vivimos juntas. Igualmente, cuidar el teléfono fijo que me dejó la anterior dueña de este departamento me hace honrar la historia que estos espacios tenían y emocionarme por el florecimiento de esta nueva etapa.

Del mismo modo, traje una lavanda, que hoy, son su aroma y hermoso color, me relaja. Tengo un bambú, que cuando recibe los rayos del sol me recuerda aquellos viajes que hacía de niña a Veracruz con mi familia. Y un árbol de la abundancia, que me hace sonreír cuando veo que, siendo apenas una ramita cuando lo traje, ya mide unos doce centímetros, ¡me encanta verlo crecer!

Me falta mucho por aprender sobre cuidados y, no les miento, algunas se me han secado o ahogado en el camino, pero quiero pensar que sí, compartir mi hogar con ellas ha dado aún más sentido a mi vida, pues cada una me brinda una compañía particular y cuenta parte de mí, de mi historia día a día. 

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