Bailar para ser tu cuerpo

¿Podemos liberar al cuerpo de su invisibilización histórica?* ¿Cómo soltarlo para que disfrute, se mueva y exista como lo desee? Para mí, la mejor forma de hacerlo es a través del baile.

A lo largo de mi vida he bailado diferentes géneros, aunque no siempre con la misma entrega, la misma intensidad, la misma voluntad ni la misma conciencia. De hecho, apenas en los últimos años es que el baile se convirtió en algo vital para mí. Y si bien no tengo toda la experiencia del mundo, sí puedo señalar las concepciones erróneas que alguna vez tuve y cómo, si lo entendemos de otra forma —una que propondré enseguida—, podremos quizá sentirlo más accesible, menos intimidante y más propio.

Cuando pensamos en bailar, lo primero que hacemos es asociarlo con su dimensión estética, política, cultural o incluso comercial. Estas dimensiones claramente existen y son importantes. Sin embargo, en mi opinión, hay una que les antecede: la dimensión corpo-subjetiva.

Para entenderlo, partamos de este hecho: como sujetxs, pensamos (y somos) desde el cuerpo y con el cuerpo. Es mucho más que un soporte físico-material; es el componente principal de nuestra subjetividad y nuestra relación con el mundo. No es que determine nuestra experiencia subjetiva; más bien, el cuerpo es en sí mismo la experiencia subjetiva. Mi cuerpo no es templo de mi alma, mi cuerpo soy yo.

Así, la afirmación «el baile te conecta contigo mismx» presupone que hay unx mismx previamente construido, al que solo se accede y conoce mediante al baile. Yo pienso lo contrario: mediante el baile me construyo a mí misma. Esto sucede cuando —y aquí entra la definición que propongo— lo entendemos como un juego íntimo entre el sonido y las posibilidades de un cuerpo, que si bien está influenciado por los géneros y la cultura del momento, es libre e improvisado. Es decir, en su momento primario, el baile no debe pensarse para la mirada ajena, sino para la sensación propia. Ha de pensarse como la relación entre el espacio, el sonido y el movimiento libre que lleva al cuerpo a descompactarse de nuestras posturas diarias, gozar su tamaño y su forma. Al hacer esto, el cuerpo encuentra nuevas formas de sentir y vivir el mundo. Así, mi subjetividad evoluciona a partir de que mi cuerpo se hace consciente de los movimientos que puede hacer.

Otra concepción que podemos dejar de lado es que es necesario “aprender a bailar” para bailar. Y si bien es cierto que conocer diferentes posturas y pasos permite un mayor espectro de movimiento, el punto es usar las sensaciones orgánicas, las emociones, el ritmo y las necesidades corporales como guía.

Y en relación con lo anterior, otra concepción limitante es pensar que el baile solo se hace en espacios de clase o fiesta. El que yo más disfruto es el que hago en soledad, donde no solo me siento libre de miradas ajenas para probar pasos que siempre he querido probar pero me da pena hacerlo en público, sino que también me es más fácil aceptar la descoordinación, los tropiezos, y el no saber cómo moverme o cómo interpretar un sonido, lo que finalmente también es parte de descubrir el cuerpo.

Espero que puedas (re)descubrir el tuyo. 

Por último, te recomiendo En alabanza al cuerpo danzante, de Silvia Federici

*Durante el siglo XX la filosofía dio un giro corporal. A lo largo de la historia colonial-cristiana se había descalificado y abandonado al cuerpo como objeto de reflexión y como objeto central en la experiencia humana, mientras que el cristianismo creó la tradición hegemónica de enfatizar en la espiritualidad del alma.

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