“Yoga, ¡cámbiame la vida!”

Me hace gracia pensar que mi primer acercamiento al yoga fue gracias al marketing comercial del que hoy busco liberarme, pero tenía 27 años y acababa de perder a mi papá, de modo que estaba profundamente enojada y vulnerable. Fui al cine y en uno de esos anuncios con buenos guiones que suele hacer Nike, vi a una chica derrotada anímicamente como yo, clamando: “Yoga, ¡cámbiame la vida!”, mientras veía a sus compañeras con aspecto de súper modelos a su lado. 

No piensen que soy tan fácil de convencer por el marketing. A este comercial se le juntaron algunos artículos que había leído sobre cómo el yoga nos producía bienestar físico y mental. Aparte, creía que era un deporte de élite y para personas que meditaban mucho, y yo no soy ninguna de ambas cosas. Y también que podía ser un espacio donde, sin embargo, podría aprender nuevas visiones, y donde mi mamá y yo pudiéramos estar juntas conforme vivíamos nuestro duelo.

Tomamos una clase de prueba y nada cambió; quedé más frustrada y enojada porque no podía hacer ninguna postura, aunque lo cierto es que detrás de tales sentimientos negativos me pareció fascinante aprender a entender mi cuerpo, así que seguí intentándolo cada fin de semana y, desde hace dos años, diariamente.

Hoy tengo 35 años y acabo de terminar mi certificación supuestamente como maestra de yoga, digo supuestamente porque este tiempo de estudio y práctica solo me ha demostrado lo imposible que es ser maestra de una filosofía, porque hacer yoga no solo se trata de ponerte el pie detrás de la cabeza, sino que es 90% una filosofía, en tanto que las asanas, es decir, la práctica sobre el tapete, es solo el 10%, a pesar de que en Occidente solemos creerlo al revés, pues así se nos ha vendido, justo como en aquel comercial de Nike.

Como sea, el yoga me ha cambiado la vida, porque me ha permitido dar disciplina y perspectiva a mi vida, disciplina no en un sentido de obediencia estricta de carácter militar, digamos, sino como ejercicio personal, de autocontrol de mi mente, mis sentimientos y mi cuerpo. Esto, a su vez, me ha permitido ser menos vulnerable al exterior, especialmente en situaciones y con personas que no puedo cambiar, que no depende de mí, pero acerca de las cuales sí depende de mí cómo interpretarlas.

El yoga me ha permitido evaluar mis sentimientos como ente ajeno; no reaccionar tan automáticamente e intentar, al menos el 50% de las veces, cuestionar ese sentimiento, pues, de acuerdo con la literatura, tiene como fin “terminar con el sufrimiento que nos ocasionan nuestros propios sentimientos o deseos”. Se oye fácil, ¿verdad? Pero es un camino de vida.

Me ha enseñado igualmente como la coordinación del movimiento con la respiración logra estabilizar la mente y permanecer en una postura sin miedo ni estrés, solo estando, y sin duda, a admirar cada parte de mi cuerpo, lo que muchas veces damos por sentado o no conocemos. Además, a bajarle a mi ego y a esa actitud competitiva de querer ser la mejor, pues en la práctica no hay mejor, sino solo un camino en el que se avanza poco a poco, y a celebrar cada mínima mejoría, a celebrarse a una misma. Y me ha liberado de muy malos días, de forma que cuando empieza mi clase, todo queda de lado y puedo vivir en ese momento, solo estando en mi espacio. 

Por eso comparto este post, porque probablemente ustedes lleguen a sentirse como yo y buscan un cambio, en cuyo caso el yoga puede ser un buen camino de vida, porque es totalmente personal.

Si este post les ha animado un poco, acá les dejo tres consejos que a mi me hubiera gustado recibir antes de mi primera clase.

  1. Hay diversos estilos para practicar yoga; sea cual sea el que escojan, recuerden que nunca es una competencia, es una práctica personal; esto disminuirá su frustración y les aseguro que la constancia irá mostrándoles avances de diversos tipos, lo que a su vez les dará la motivación para persistir.
  2. Puede ser un cliché, pero la frase “escucha tu cuerpo” es importante. Si ya interiorizaron que no es una competencia, es clave aprender a escuchar sus límites para no lastimar tu cuerpo: hay una gran diferencia entre forzar y esforzar.
  3. Al salir de su clase van a sentirse mejor, se los aseguro. Y no olviden lo que sintieron los siguientes días de la semana, pues esto les permitirá ser constantes. Yo solía decir, la meta es llegar a mi clase.

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