Lo que la inteligencia artificial está cambiando (para bien… y para mal) en el pensamiento comunicacional
Un día, casi sin darnos cuenta, empezamos a usar la inteligencia artificial con la misma naturalidad con la que consultamos el correo electrónico. Lo que comenzó como una novedad se volvió una extensión de nuestra rutina: resume, redacta, sugiere, traduce. La IA se instaló como una aliada diaria, una especie de copiloto invisible que nos permite hacer más con menos, o como un amigo dijo: puedo ser yo multiplicado por tres.
Para quienes trabajamos en comunicación dentro de organizaciones, esa promesa resulta seductora. En un campo donde un área es muchas veces una sola persona, que lo mismo se encarga de estrategia, redacción que del diseño y redes sociales, la idea de delegar tareas a una máquina que “piensa” por nosotros parece un respiro. Y en muchos casos, lo es.
Pero esa misma comodidad puede convertirse en un riesgo. Porque si no usamos la IA con criterio, podemos terminar cediendo algo más valioso que el tiempo: nuestra capacidad de pensar, discernir y crear.
La IA puede ser una aliada o una trampa. Una trampa mental, cuando atrofia el pensamiento profundo. Una trampa creativa, cuando aplanan las ideas. Una trampa política, cuando evita el conflicto. Y una trampa crítica, cuando elimina el cuestionamiento.
¿Qué estamos dejando atrás?
Aunque investigaciones recientes ya han alertado sobre riesgos como los sesgos, la pereza mental y la llamada “deuda cognitiva”, nuestra experiencia acompañando a organizaciones sociales en América Latina nos ha permitido identificar siete riesgos concretos que ya están modificando la forma en que se produce comunicación:
1. Sesgos automatizados
La IA no es neutral: aprende de grandes volúmenes de datos entrenados en marcos dominantes. Eso significa que puede reforzar, sin querer, lógicas coloniales, patriarcales o neoliberales.
2. Pereza y deuda cognitiva
Cuanto más confiamos en la IA para resolver textos, menos pensamos. Lo que nos entrega «suena bien», pero… ¿realmente dice lo que queremos decir? Poco a poco, delegar toda la redacción nos vuelve menos capaces de formular ideas complejas o conectar conceptos. La mente se acomoda, y eso tiene consecuencias profundas a largo plazo.
3. Homogeneización narrativa
Cuando muchos equipos usan las mismas herramientas, los resultados tienden a parecerse. La IA tiende al promedio, no a la disrupción. La consecuencia: comunicación genérica, tono uniforme, ideas recicladas y grises.
4. Nunca contradice, nunca confronta
La IA está diseñada para agradar, no para incomodar. No te lleva la contraria, no problematiza, no interpela. Y eso, en comunicación política, social o institucional, puede ser un obstáculo. El conflicto es inherente a la condición humana y esencial para la construcción de sentido.
5. Vocabulario limitado y repetitivo
Aunque parezca versátil, la IA suele operar con un rango reducido de palabras y estructuras. Eso empobrece el lenguaje, uniforma voces y genera mensajes genéricos y sin identidad.
6. La IA no es política
Puede traducir palabras, pero no intenciones. No entiende el poder, las tensiones sociales ni los posicionamientos ideológicos. En contextos donde comunicar también es tomar postura, la IA puede diluir el mensaje y neutralizar su sentido transformador.
7. Nunca dice que no
Uno de los mayores riesgos es su tendencia a inventar cuando no tiene la respuesta. No pone límites, no duda, no dice «no sé». Esto refuerza una falsa sensación de certeza que puede volverse peligrosa si no se aplica pensamiento crítico.
Cómo usar la IA sin apagar tu pensamiento crítico
Usar IA no es el problema. El problema es cómo, cuándo y para qué la usamos, así que aquí te van cinco formas prácticas de usar estas herramientas con inteligencia humana y no matar tu pensamiento crítico:
- Usa la IA como punto de partida, no como producto final. Deja que te ayude a ordenar ideas, a procesar información, pero no le entregues el timón. Lee y reflexiona lo que te entrega, rescribe, edita, discute lo que te ofrece.
- Coteja, corrige, contrasta. Nunca tomes lo que dice como verdad absoluta. Revisa fuentes, verifica números, contrasta datos, busca otras perspectivas. Que no se te olvide lo que te enseñaron en tus clases de periodismo.
- Evita pedirle que “te lo haga todo”. Divide tareas: que te ayude con lo operativo, pero reserva para ti lo estratégico y lo político.
- Entrénate en hacer mejores preguntas. La calidad del resultado depende en gran parte de tu prompt. Pensar qué pedirle, cómo, con qué enfoque… es un ejercicio mental valioso para ti mismo. Si puedes resumir en un prompt tu solicitud, ya tendrás el 90% de la tarea crítica.
- Agrégale conflicto. La IA no incomoda, pero tú sí puedes hacerlo. Añade puntos de vista que tensionen, contradigan o interpelen lo que sale de la máquina. Eso también es comunicar con enfoque crítico.
Que quede claro que no odiamos a la IA, la queremos porque facilita nuestro trabajo como comunicadores, pero necesitamos empezar a usarla con pinzas y no perder lo esencial: el pensamiento crítico, la mirada política, la diferencia creativa. Porque si todo suena igual, deja de importar quién lo dice ¿no lo crees?