Identidad y arte: la categoría ‘mujer’ como algo cambiante y diverso

Empiezo por establecer que no soy judía y ni siquiera profeso una religión. De hecho, a veces me preocupa lo tranquila que me siento al pensar que después de la vida hay nada, vacío. Pero entonces, si no soy religiosa ni tengo relación alguna, en este caso, con el judaísmo como religión y comunidad étnica, ¿por qué escribo al respecto? ¿Con qué autoridad opino sobre algo que no he vivido ni sentido? Si bien estas preguntas son epistemológicamente complejas, mi defensa es la siguiente: lo hago porque soy mujer, y como tal aplaudo cuando otras deciden identificarse y definirse a sí mismas a partir de sus propios términos; como mujer entiendo que la lucha de unas es la lucha de todas.

Cuando asistí a la exposición Mujer: Técnica Mixta (Ciudad de México, 2023) me di cuenta de que eso es justamente lo que subyace: la disputa por la identidad individual, por poder nombrarse, representarse, identificarse con otras y saberse válida; una disputa que, en realidad, compartimos todas a pesar de nuestras diferencias. Al final, parafraseando a Gloria Fortún, las mujeres estamos en constante búsqueda de un arte que nos nombre y represente.

El objetivo de Mujer: Técnica Mixta fue visibilizar, a través de la pintura, la fotografía y la escritura, las múltiples formas en las que las mujeres judeo-mexicanas viven y entienden el ser mujer. Recuperó la identidad de mujeres de diversas edades, contextos, ocupaciones y orientaciones sexuales, a través de una dinámica muy particular: 100 mujeres compartieron su individualidad e historia de vida, y a cada una se le asignó una escritora, una fotógrafa y una pintora que debían plasmar su relato. El resultado fue una misma historia contada a través de tres diferentes miradas y medios de expresión.

De la exposición, de su dinámica, de sus representadas y representantes, me llevo las siguientes reflexiones en torno a la identidad.

Definirse a sí misma puede ser violento

En todas las comunidades hay una visión hegemónica de cómo una mujer debe existir en el mundo. También es un hecho que la mujer es bienvenida, pero no necesariamente pensada en toda su complejidad. Y es por esto que, entendernos y presentarnos en nuestros términos, es un acto de resistencia. En abstracto suena deseable. Pero una vez que pasamos al plano concreto, en el que tenemos que negociar con personas e ideas que también nos conforman, se vuelve una tarea dolorosa, incluso violenta.

Sully Mitrani Contente, directora y curadora del proyecto, apunta: “Yo digo que el judaísmo tiene un poco de paranoia. Como comunidad hemos sido corridos, expulsados y asesinados por mucho tiempo en la historia. Existe la noción de que si sueltas a la gente de la comunidad, se pierde el judaísmo. Entonces cuestionar el rol de la mujer es cuestionar la base de la estabilidad comunitaria y lo que da continuidad al judaísmo”.

Aquí el adjetivo violento no debe pensarse en relación con la agresividad o la ira, sino con la intensidad. Definirse a sí misma es un acto violento porque, por más insignificante que parezca, tiene la intensidad y la fuerza suficientes como para cuestionar y descontinuar sistemas completos.

La pregunta por la identidad personal es un asunto polarizado

Como parte de una generación abierta a conversaciones de género y formas de opresión social, parece que se ha vuelto un imperativo, una máxima, estar preguntándonos por nuestra identidad. Entiendo de dónde viene esto: de superar un pasado de opresión y estar en un presente más abierto a las diferencias (con sus limitaciones, claramente).

Pero, ¿para todxs es igual de importante la pregunta por la identidad? Sully precisa: “Es un asunto polarizado. Para muchas nos es muy importante cuestionarnos esta posición que nos han dado, pero otras solo lo viven y fluyen con eso”. Definitivamente, esto abre más preguntas y problemas que respuestas, pero creo que una forma de pensarlo es no enfocarnos en la pregunta por la identidad, sino en crear un presente donde podamos existir sin explicar o defender quienes somos.

Contar una misma historia a través de diferentes técnicas

Por último, encuentro mucho valor en el uso de la técnica mixta para, como dice Simha Harari, escritora creativa de la exposición, “afirmar la categoría mujer desde múltiples lugares. No como algo fijo y esencial, sino cambiante y diverso”. Y qué mejor manera de hacerlo, que entender que una sola técnica no puede —ni debe— alcanzar todos y cada uno de los matices que tiene una vida. Simha añade sobre esto que “así como la cantidad de historias son diversas, también una historia individual es diversa. Por eso merece que sus representaciones expresen esa multiplicidad”.

Lo pienso y, en mi caso, es cierto que diferentes técnicas alcanzan diferentes dimensiones: a veces las palabras no me alcanzan, entonces uso imágenes; a veces las imágenes no las entiendo, entonces me explico en palabras.

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